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El Crimen - Los asesinos, cualquiera sea el crimen que hayan cometido tienen cosas en común: principalmente sienten que les fue negado su lugar en el orden social.
También en las conductas antisociales existen concomitantes orgánicas. Hay lesiones cerebrales indetectables, congénitas o hereditarias, que producen perturbaciones en la conducta, o sea, zonas del cerebro afectadas que poseen un grado de irritabilidad que pueden provocar ataques de agresividad descontrolados.
Pero es cierto que la sociedad parece preparar el escenario del crimen y llegado el momento hay un criminal que actúa.
Los asesinos seriales disfrutan de sus crímenes, que satisfacen sus deseos de omnipotencia torturando a sus víctimas sin ninguna piedad, porque son indiferentes a su sufrimiento.
El pasado de los criminales en la gran mayoría de los casos es tortuoso. Son personas por lo general abusadas de niños por sus propios padres o parientes, sometidas a castigos despiadados, que han sobrevivido a duras penas a ese maltrato que los ha endurecido. Acumulan rencor y su vida se proyecta con el único fin de tramar su venganza.
Los medios de comunicación, la publicidad, la influencia de las drogas y el alcohol son fuertes estimulantes para personas con mucho resentimiento y con poco dominio de si mismos. No olvidemos que un asesinato vende y mucho más si tiene ribetes macabros.
Sembrar el terror a través de los medios de comunicación de una sociedad, proporciona beneficios pero no resuelve nada. La ola de pánico, el temor a la violencia, la exageración de los hechos para llamar la atención del público, genera en la gente fobia a ser secuestrado, asaltado o asesinado y la sensación de encontrarnos con un asesino suelto los vuelve paranoicos.
Pero hay que tener en cuenta, que las personas que tienen mayores probabilidades de cometer un asesinato son en la mayoría de los casos, un amante, un hermano, un padre, o un amigo, confirmándose en los hechos que de cada veinte muertes una sola es producida por un desconocido de la víctima.
En Argentina, en el período comprendido entre 1971 y 1995 se denuncian un promedio de veinte delitos cada mil habitantes por año, y la posibilidad de que sus autores sean inculpado es del 0.80% y la de ser condenado es de 0.08%; o sea que existe el 0.08% de probabilidad de ser protagonista de un delito pasible de condena.
Es decir que ocho de cada cien personas pueden ser atacadas gravementes o asesinadas por año, pero si calculamos solamente los delitos ocasionados por desconocidos ese índice baja a 0.004% o sea cuatro cada 100.000 habitantes en un año.
En Estados Unidos las probabilidades de ser asesinados por cualquier persona, familiares o no, son del 0.01%, y en Terranova, Canadá, un país donde el orden social es una característica distintiva, es de 0.001 %.
Los hombres son generalmente los principales asesinos y sus víctimas son habitualmente familiares.
¿Qué es lo que hace que unos se conviertan en asesinos y otros no, habiendo experimentado las mismas experiencias?
El punto de vista psicoanalítico sostiene que las personas incapaces de controlar sus instintos, son las que responden en forma reactiva a los traumas de la infancia; buscando una reparación, en tanto que los más fuertes hacen “formaciones reactivas” diferentes, comportándose de manera opuesta a la experimentada: reprimiendo la energía y desarrollando una neurosis o sublimándola, o sea, canalizándola en actividades socialmente aceptadas.
La gran mayoría de los homicidios se relacionan con la vida doméstica y el alcohol es el principal protagonista. La mayor parte no son planeadas, sino el resultado de discusiones que terminan mal y las posibilidades de ser asesinados en la propia casa son de veinte a una.
Un asesino se siente desconectado de la sociedad porque generalmente es de clase baja y no tiene nada que perder. Son individuos limitados, con defectos de carácter, violentos, que se manejan sólo emocionalmente sin razonar, y pueden llegar a matar por cualquier falta menor que consideran un agravio a su frágil y sensible identidad.
Alguien de clase media o alta puede premeditar un crimen y pagar para que le hagan el trabajo.
El homicidio dice mucho de una cultura. Las tensiones diarias, el stress, los desacuerdos, los antagonismos, la ambición, la codicia, las tentaciones, provocan un estado depresivo que genera violencia y adicciones, o sea los componentes básicos que se necesitan para cometer un crimen.
En países que sufren condiciones de pobreza extrema donde grandes sectores de personas carecen de lo esencial, y de oportunidades para su desarrollo; los índices de muertes violentas se incrementan.
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Los asesinos, cualquiera sea el crimen que hayan cometido tienen cosas en común: principalmente sienten que les fue negado su lugar en el orden social.
También en las conductas antisociales existen concomitantes orgánicas. Hay lesiones cerebrales indetectables, congénitas o hereditarias, que producen perturbaciones en la conducta, o sea, zonas del cerebro afectadas que poseen un grado de irritabilidad que pueden provocar ataques de agresividad descontrolados.
Pero es cierto que la sociedad parece preparar el escenario del crimen y llegado el momento hay un criminal que actúa.
Los asesinos seriales disfrutan de sus crímenes, que satisfacen sus deseos de omnipotencia torturando a sus víctimas sin ninguna piedad, porque son indiferentes a su sufrimiento.
El pasado de los criminales en la gran mayoría de los casos es tortuoso. Son personas por lo general abusadas de niños por sus propios padres o parientes, sometidas a castigos despiadados, que han sobrevivido a duras penas a ese maltrato que los ha endurecido. Acumulan rencor y su vida se proyecta con el único fin de tramar su venganza.
Los medios de comunicación, la publicidad, la influencia de las drogas y el alcohol son fuertes estimulantes para personas con mucho resentimiento y con poco dominio de si mismos. No olvidemos que un asesinato vende y mucho más si tiene ribetes macabros.
Sembrar el terror a través de los medios de comunicación de una sociedad, proporciona beneficios pero no resuelve nada. La ola de pánico, el temor a la violencia, la exageración de los hechos para llamar la atención del público, genera en la gente fobia a ser secuestrado, asaltado o asesinado y la sensación de encontrarnos con un asesino suelto los vuelve paranoicos.
Pero hay que tener en cuenta, que las personas que tienen mayores probabilidades de cometer un asesinato son en la mayoría de los casos, un amante, un hermano, un padre, o un amigo, confirmándose en los hechos que de cada veinte muertes una sola es producida por un desconocido de la víctima.
En Argentina, en el período comprendido entre 1971 y 1995 se denuncian un promedio de veinte delitos cada mil habitantes por año, y la posibilidad de que sus autores sean inculpado es del 0.80% y la de ser condenado es de 0.08%; o sea que existe el 0.08% de probabilidad de ser protagonista de un delito pasible de condena.
Es decir que ocho de cada cien personas pueden ser atacadas gravementes o asesinadas por año, pero si calculamos solamente los delitos ocasionados por desconocidos ese índice baja a 0.004% o sea cuatro cada 100.000 habitantes en un año.
En Estados Unidos las probabilidades de ser asesinados por cualquier persona, familiares o no, son del 0.01%, y en Terranova, Canadá, un país donde el orden social es una característica distintiva, es de 0.001 %.
Los hombres son generalmente los principales asesinos y sus víctimas son habitualmente familiares.
¿Qué es lo que hace que unos se conviertan en asesinos y otros no, habiendo experimentado las mismas experiencias?
El punto de vista psicoanalítico sostiene que las personas incapaces de controlar sus instintos, son las que responden en forma reactiva a los traumas de la infancia; buscando una reparación, en tanto que los más fuertes hacen “formaciones reactivas” diferentes, comportándose de manera opuesta a la experimentada: reprimiendo la energía y desarrollando una neurosis o sublimándola, o sea, canalizándola en actividades socialmente aceptadas.
La gran mayoría de los homicidios se relacionan con la vida doméstica y el alcohol es el principal protagonista. La mayor parte no son planeadas, sino el resultado de discusiones que terminan mal y las posibilidades de ser asesinados en la propia casa son de veinte a una.
Un asesino se siente desconectado de la sociedad porque generalmente es de clase baja y no tiene nada que perder. Son individuos limitados, con defectos de carácter, violentos, que se manejan sólo emocionalmente sin razonar, y pueden llegar a matar por cualquier falta menor que consideran un agravio a su frágil y sensible identidad.
Alguien de clase media o alta puede premeditar un crimen y pagar para que le hagan el trabajo.
El homicidio dice mucho de una cultura. Las tensiones diarias, el stress, los desacuerdos, los antagonismos, la ambición, la codicia, las tentaciones, provocan un estado depresivo que genera violencia y adicciones, o sea los componentes básicos que se necesitan para cometer un crimen.
En países que sufren condiciones de pobreza extrema donde grandes sectores de personas carecen de lo esencial, y de oportunidades para su desarrollo; los índices de muertes violentas se incrementan.
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